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jueves, 28 de mayo de 2015

De jardines terapéuticos y otras historias.

La colección de robles del Botànic de Valencia un
imprescindible para los amantes de los árboles.


El Medio Ambiente ha sido el gran perdedor de esta crisis, su conservación se señaló desde el principio como un freno al desarrollo y la crisis ha permitido hacer una tabula rasa sin apenas quejas. Tanto nos ha afectado esta crisis, que incluso yo mismo me sorprendí el otro día al defender, en una conversación informal, que los jardines urbanos no eran una prioridad en estos momentos. Mientras volvía solo a casa, me vino a la cabeza mi argumento y no fui capaz de encontrarle justificación. ¿Por qué tenemos que renunciar a vivir mejor?

Pero resulta que los jardines urbanos, los jardines terapéuticos o los espacios naturales protegidos no son un capricho de nuevos ricos. Hace unos 3000 años los persas ya creaban jardines diseñados específicamente para aumentar la calidad de vida de las personas. Es cierto que durante demasiados siglos, mientras los poderosos disfrutaban de sus jardines, las sociedades preindustriales se peleaban con la Naturaleza para sobrevivir. Curiosamente, el desarrollo industrial que destruía nuestro planeta inocularía el amor hacia la Naturaleza en los humanos, desgraciadamente no en todos.

Se pueden considerar los trabajos del Dr. Rush, un estadounidense de principios del XIX, como los pioneros en describir científicamente los beneficios de los jardines y huertos en las personas. Actualmente hay una extensísima literatura científica que avala estos beneficios, que van desde la reducción de la sensación de dolor y estrés a una mejora de la atención, memoria, interacción social, autoestima, etc. Todo ello provocando reducción del consumo de fármacos, mejora de la movilidad y una sensación de autonomía y libertad imprescindibles para una vida digna.

Posiblemente el logro más famoso de estos jardines fue la recuperación de miles de soldados americanos destrozados física y psicológicamente durante la I Guerra Mundial, la carnicería más inhumana de la historia (por mucho que la Segunda Guerra Mundial la supere en el número de muertos).

Tener todo esto no debe ser considerado un lujo. Una residencia de la tercera edad debe contar con un jardín adaptado a las necesidades de las personas mayores, con unas pocas pautas de diseño sus beneficios son tan grandes, que compensan el pequeño incremento de gastos de personal que pudieran acarrear. Lo mismo ocurre con los jardines de nuestros pueblos y ciudades, no son un regalo de nuestros alcaldes en tiempos de bonanza, son un auténtico lugar donde encontrar el equilibrio frente a una forma de vida cada vez más separada de la Naturaleza, que está convirtiendo a los psiquiatras y psicólogos en los nuevos gurús y a nuestros niños en marcianos.


Y en todo esto pensaba al volver a casa, esperando para sentarme en el banquito de mi microjardín, para ver como los verderones bajaban con sus pollos a beber como cada tarde.

3 comentarios:

  1. Hi, Really great effort. Everyone must read this article. Thanks for sharing.

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  2. El uso y disfrute de los parques, los jardines y los huertos debería estar recetado por la Seguridad Social. Cada vez que paso por San Francisco, en Badajoz, y veo esos enomes plátanos podados a lo bestia, mientras la gente busca debajo de las sombrillas y toldos de los bares una sombra artificial, justo bajo los árboles que podrían cumplir esa función....Todo un contrasentido.

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  3. No puedo estar más de acuerdo. Los árboles dan sombra, aportan humedad, fijan carbono, fomentan la pausa y la conversación. Tan sólo piden que los plantemos y que los cuidemos algo. Pocas inversiones hay tan rentables, aunque quizá sólo el miedo a un futuro incierto lleve a nuestras autoridades a cambiar su punto de vista sobre estos compañeros de viaje que nos hacen la vida posible y amable.

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