SEGUIDORES

viernes, 28 de junio de 2013

Centaurea amblesis

Centaurea amblesis subsp. amblesis. Sierra de Béjar, Ávila. 1500 m.


Descrita como Colymbada amblesis en 1854 por Mariano de la Paz y Graells con ejemplares del Valle del Amblés (Ávila), posteriormente es incluida en el género Centaurea. Se reconocen dos subespecies: la Centaurea amblesis subsp. amblesis, que habita la cara norte de Gredos desde Salamanca a Madrid, las sierras de Ávila, con presencia en Zamora y la Centaurea amblesis subsp. tentudaica, que habita la sierra de Tentudía al sur de Badajoz, penetrando en la provincia de Huelva. No se trata ni mucho menos de una especie común, así, aparece de manera puntual en praderas originadas por la eliminación del robledal o el matorral con fines ganaderos y en claros de piornales.




Cuando la miras cara a cara, esta Centaurea no puede ocultar su estrecho parentesco con nuestra querida Centaurea de Tentudía (Ver aquí), son como dos gotas de agua, y sólo me llama la atención el menor número de capítulos florales de la subespecie de Tentudía y su mayor tendencia a dejar de ser acaule (ambas cosas pueden ser simplemente ambientales). Eso es algo que nunca me ocurría con la Centaurea toletana, amarilla y con unas brácteas algo diferentes. Aunque parecía más fácil imaginar que las plantas de Tentudía procedían de la Centaurea de los Montes de Toledo, por su mayor proximidad, en lugar de la Centaurea del Amblés, lo cierto es que la distancia más corta entre A y B en biogeografía no necesariamente tiene que ser la línea recta.

Centaurea amblesis subsp. amblesis con 5 capítulos florales, algo habitual.



Hoy día se han podido reconstruir una buena cantidad de las rutas migratorias que pudieron seguir las especies de la flora ibérica en los últimos millones de años. El Sistema Central, donde habita Centaurea amblesis, estuvo bien conectado durante los últimos periodos glaciares con las montañas leonesas, donde todavía hay Centaurea amblesis, gracias a las montañas portuguesas. Además, la mayor influencia oceánica del país vecino (clima más templado y húmedo) permitió a las especies de requerimientos atlánticos y eurosiberianos dar el salto, en los momentos más favorables climatológicamente, desde la Serra da Estrela, en el Sistema Central portugués, hasta Sierra Morena (imagino que vía San Mamede-Sierras de Jerez). Esto explicaría la existencia de Centaurea amblesis y Viola langeana en la Sierra de Tentudía. Esta ruta permitiría evitar las Vegas del Guadiana y el Tiétar, la Penillanura cacereña, la Serena, la Campiña y la Tierra de Barros, extensas áreas nada favorables para nuestra Centaurea.

viernes, 21 de junio de 2013

Collalba negra (Oenanthe leucura). Black Wheatear.


Macho de Collalba negra. Parque Natural Tajo Internacional, Cáceres.


Yo creo que, a veces, a los investigadores les pueden sus prejuicios e intentar buscar explicaciones más o menos racionales a cosas que son por completo irracionales. Vamos a ver, si un pequeño pájaro hace burradas es que es un burro, simplemente.

La Collalba negra es la más grande entre las collalbas (y aún así no supera los 40 gramos de peso), su plumaje negro y blanco podría ser de una extremada elegancia si tuviera alguno de los brillos de un cuervo, pero tiene un matiz marrón ahumado, más acusado en la hembra, que la desluce (dicho aquí con un sentido estrictamente literal, porque me parece un ave hermosa). Tampoco tiene la gracia de sus parientes más pequeños como la bellísima Collalba rubia o la super-elegante Collalba gris ibérica. Pero hemos de concederle que en los secos y duros medios donde vive todas estas sutilezas sobran.

Quizás el comportamiento más conocido y estudiado de esta especie sea el acarreo de piedrecitas al nido y su entorno durante la fase inmediatamente anterior al inicio de la puesta. Esta es una costumbre muy de collalbas, gracias a la cual las hembras, que son las constructoras del nido, crean una plataforma de piedrecillas sobre la que asentarán la taza del nido. Pero en la Collalba negra, donde es el macho el que aporta prácticamente todas las piedras, este comportamiento traspasa los límites de lo que una persona consideraría normal. Todos los intentos de explicar dicho comportamiento como algo relacionado con la protección del nido o su termorregulación se han visto desvanecerse ante el frenesí acarreador de este pájaro.

Finalmente parece que estamos ante un caso claro de comportamiento que intenta poner de relieve el estado físico del macho ante la hembra y no parece que estas hembras sean fáciles de contentar. No bastará con que un pajarillo de 30 ó 40 gramos acarree más de 2 kg de piedrecillas antes de que la hembra le de su aprobación, pues esta nunca será total. El macho deberá repetir la proeza varias veces por temporada antes de cada nuevo intento de cría (nunca con tanta intensidad como en la primera ocasión, es cierto) y la hembra ajustará su puesta proporcionalmente al esfuerzo realizado por el macho. La hembra también puede aportar alguna piedrecilla, pero más bien parece que sopesa el trabajo realizado por el macho. Esta dureza de la hembra es lo que ha llevado a estas auténticas burradas, que deben tener un gran desgaste sobre los machos, como han podido observar los investigadores. Así se han constatado pájaros que han transportado piedras de 25 gramos más de 10 metros (¡volando!) o pájaros capaces de aportar hasta 82 piedrecitas en apenas 30 minutos. Esto es algo que se ha podido observar en más del 90 % de los nidos estudiados e incluso se ha verificado en casos en los que el macho presentaba gravísimas deformaciones en el pico. Está claro que los machos de Collalba negra deben envidiar a esos pájaros que resuelven la cuestión con plumas de colorines o bailes.

Mientras las Collalbas negras se agotan con estas exhibiciones, sus nidos parecen ser bastante vulnerables y son depredados en más de un 20 % de las veces en la primera puesta, subiendo a casi el 25 % en las puestas de reposición y bajando hasta algo más de 15 % en las segundas puestas. En no pocas ocasiones además la hembra pierde la vida. Recuerdo varios nidos en edificios abandonados donde tanta piedrecita te llevaba directamente al nido, como las famosas migas de pan del cuento.

Roto el hielo tras semejante esfuerzo, no es de extrañar que estas parejas de Collalba negra permanezcan juntas todo el año, vagando por sus enormes territorios. Las parejas vecinas pueden estar tranquilas y rara vez hay conflictos entre ellas, básicamente porque los otros machos no sentirán mucho interés por intentar cortejar a otra hembra. Y no me extraña.

viernes, 14 de junio de 2013

Thymelaea procumbens


Thymelaea procumbens. Flor masculina. Valle del Jerte, Cáceres. 1400 m.

Hace 5,96 millones de años se cortó la conexión entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico y, dado que la evaporación de Mediterráneo supera los aportes de sus ríos, comenzó un proceso de desecación de este mar conocido como la Crisis de Salinidad del Messiniense. Esta desecación casi total permitió la aparición de puentes de tierra que unieron la Península Ibérica con el norte de África y con Oriente Medio, uniendo la mayoría de las islas del Mediterráneo. Este parece ser el origen de la actual flora iberonorteafricana. Este acontecimiento también permitió la llegada hasta la Península Ibérica de un buen número de especies originarias de las zonas áridas de Asia Central, especies que se extenderían por ambas orillas del Mediterráneo y que forman la llamada flora Irano-turanica, entre las que podemos destacar los géneros Astragalus, Stipa, Artemisia y Thymelaea. La conexión entre Atlántico y Mediterráneo se restableció hace 5,33 millones de años y los puentes entre las distintas regiones se perdieron, iniciándose la evolución separada de estas especies que dará lugar a numerosos endemismos.

Thymelaea procumbens. Flores femeninas. Valle del Jerte, Cáceres. 1400m.

 Las especies de género Thymelaea son sumamente atractivas, si no por su escasa belleza, sí por sus interesantes estrategias reproductivas adaptadas a medios donde las condiciones son muy duras y cambiantes. Dentro de este género, con unas 30 especies, se pueden encontrar plantas capaces de producir frutos carnosos y frutos secos de manera simultánea. Esto, conocido como heterocarpia, permite a la planta producir frutos en los que primaría la dispersión, junto con otro tipo en los que primaría su dormancia y, por tanto, son un seguro de vida ante imprevistos ambientales (p.e. un incendio).
Thymelaea procumbens. Hábito. Valle del Jerte, Cáceres. 1400 m.
 La expresión del sexo en estas especies es muy complejo, así encontramos mayoritariamente especies dioicas, con plantas masculinas y plantas femeninas separadas, pero también podemos encontrar todas las posibles combinaciones con plantas con flores de los dos sexos, con flores de un sexo junto a flores hermafroditas, incluso plantas que cambian de sexo conforme avanza la temporada pasando de machos a hembras. En general las flores son bastante modestas y tienen muy poco desarrollada su capacidad de producir néctar, por lo que se considera que su polinización está dominada por el viento aunque también intervienen los insectos.

En junio de 1904 Gandoguer recolectó en la Sierra de Gata (¿Salamanca?) una especie de Thymelaea que atribuyó a Thymelaea nitida. Era una especie conocida y la cita pasó al olvido. En junio de 1951 un equipo de botánicos portugueses de la Universidade de Coimbra recolecta una planta no florida de Thymelaea en la Ribeira d’Arnes, Sabugal (Serra de Malcata). La especie les parece nueva pero sin flores no la pueden describir, así que el 20 de abril de 1952 recogen bastante material con flores en la misma localidad (A. Fernandes, F. Sousa y J. Matos). Ese mismo año Abilio Fernandes y Rosetta Fernades describen la nueva especie como Thymelaea procumbens y al estudiar el material de 1904 recogido por Gandoguer en España lo atribuyen a esta nueva especie.

Desde entonces se han añadido unas pocas citas nuevas, que confirman la rareza de este endemismo ibérico. En 1973 Casaseca la cita como abundante en los rebollares de Villarrubias en la sierra de Gata (Salamanca), en 1975 Fernández Díez la recolecta en La Alberca, en la Sierra de Francia (Salamanca). A principio de los años 80 Arturo Valdés Franzi la localiza en dos puntos de la Sierra de Gata (Cáceres). Con el nuevo siglo la especie es localizada en la Sierra de Gredos: el 4 de mayo de 2003 por Antonio González Canaleja en Navalonguilla (Ávila) y, posteriormente, dos poblaciones en el Valle del Jerte (Cáceres). En 2003 también se localiza otra población en Sierra de Gata cacereña (J. Blanco, S. Ramos y FM. Vázquez).

Thymelaea procumbens aparece en zonas aclaradas de matorrales de brezo, escoba o piorno en zonas de rebollar (Quercus pyrenaica) o por encima de este, sobre suelos ligeramente ácidos, entre los 700 y los 1900 m. Parece tener problemas en zonas de matorral muy cerrado, donde busca taludes, bordes de pistas o zonas quemadas. Es una especie dioica, aunque se encuentran ejemplares con flores masculinas y hermafroditas. Presenta un olor desagradable que persiste en los pliegos de herbario, aunque a mí la verdad es que no me ha llamado la atención pese a estar muy cerca al fotografiarla.

lunes, 10 de junio de 2013

ALZACOLA Y PECHIAZUL (Rufous Bush Robin and Bluethroat).


Alzacola (Cercothichas galactotes subsp. galactotes)
 
Poder ver Alzacola y Pechiazul en sus territorios de cría en la misma mañana (madrugando, se entiende) para mí se acerca mucho a rizar el rizo. Se trata de dos de mis pájaros favoritos desde que era un niño, con el primero disfrutaba cada verano en los olivares de La Montaña, en Cáceres y con el segundo pené durante años buscándolo en Gredos cuando tenía la suerte de que alguien me acercara a la sierra, siempre o muy pronto o muy tarde. Ahora, que uno ya va para mayor y puede moverse sólo, es cuando me doy cuenta realmente de lo localizados que están estas dos especies en la provincia de Cáceres. Los alzacolas de La Montaña parece que son cosa del pasado y los pechiazules, que sin saberlo criaban a poco más de 40 km de la casa de mis padres, ocupan un puñado de enclaves diminutos, que un año se queman y otro casi.

Pechiazul (Luscinia svecica subsp. cyanecula)

El hecho de que para los expertos en biogeografía el Alzacola sea un especialista climático, propio de climas cálidos y secos, no olvidemos que cría en los oasis del norte de África, no deja de llamarme la atención cada vez que lo observo en el norte de la provincia de Cáceres. Pero más me sorprende el hecho de que a no más de 30 km del lugar donde crían los alzacolas, con su indudable aspecto de ave del desierto, se reproduzcan tan tranquilamente los pechiazules, un ave que para los mismos expertos es un ave de climas frescos o templados con ciertas necesidades de agua, algo que no sorprende de un ave que se reproduce en los bosques de abedules de las montañas escandinavas.

Alzacola mostrando el porqué de su nombre.


Este maravilloso contraste es algo que debemos agradecer a nuestra situación geográfica. La Penillanura Cacereña está surcada por valles fluviales, o más propiamente tajos, bastante cálidos, algunos de los cuales llegan a los mismos pies de la Sierra de Gredos, alcanzándose desniveles de hasta 2.000 m en apenas 20 km. Una circunstancia que, aunque nos permitirá disfrutar de una gran variedad de especies (eurosiberianas y mediterráneas), tendremos presente en cada uno de nuestros pasos una vez que hayamos decidido subir a la sierra por la vertiente cacereña. Y serán muchos.

martes, 4 de junio de 2013

EL EMBALSE DE GUADILOBA, CÁCERES.


El Charrancito se resiste a abandonar este embalse.

Definitivamente la colonia de larolimícolas del Embalse de Guadiloba, cerca de Cáceres, no está pasando por su mejor momento. Hace tan solo diez años se podían observar aquí grupos de más de 100 canasteras (Glareola pratincola), unas 10 parejas de Charrancito (Sterna albifrons), más de 15 parejas de Cigüeñuela (Himantopus himantopus) o más de 10 parejas de Chorlitejo chico (Charadrius dubius). Incluso los fumareles cariblancos (Chlidonias hybrida) tonteaban algunos años. Hoy, apenas una pareja de charrancitos que no tengo claro que estén criando, algunas canasteras en vuelo alto sobre el embalse, 1 ó 2 parejas de cigüeñuelas que tampoco parece que se reproduzcan y no más de 3 parejas de Chorlitejo chico.
 
La razón de este declive parece clara, la ausencia de un lugar de cría a salvo de los pescadores. Ya sé que no me gano muchos amigos con esto, pero no hace falta más que darse una vuelta por el embalse para ver cómo la isla-península de cría es invadida por coches en cuanto el nivel de las aguas lo permite, sin importar que en esos momentos se esté iniciando la reproducción de estas especies. Ya antes se había perdido una zona tradicional de nidos como consecuencia de unas obras. En la cola del embalse tampoco mejora la cosa, ya que se une a su mayor exposición, accesible por tierra para depredadores y ovejas, la posibilidad de acceso en vehículo hasta casi la zona de cría.
 
Chorlitejo chico

 
Es una pena que en un momento en el que se mira al turismo ornitológico como un recurso capaz de generar empleo, se permita la pérdida de los valores que hacían de este sitio un lugar conocido por los pajareros, que tras visitar los llanos del entorno se acercaban aquí a sumar alguna especie interesante a su lista. Los Llanos de Cáceres ya no son lo que eran para el Aguilucho cenizo o el Sisón, las estrellas aquí son cada vez más los actores secundarios, quitarle ahora las canasteras y los charrancitos sin duda merma bastante el producto. No sólo de Avutarda vive el hombre que, llegado el caso, podría vivir mejor en Villafáfila.


La solución parece tan sencilla que resulta increíble que no se haya acometido ya. Si realmente queremos ser un referente en turismo ornitológico no se puede vivir sólo del tirón de Monfragüe y ver como todo el mundo nos adelanta. No basta con conservar (que como se ve ni eso), además hay que fomentar. Yo aquí veo dos acciones muy sencillas y económicas. Primero, la apertura de un canal de unos pocos metros que convierta la isla-península en una isla permanente, evitando el acceso con vehículos. Segundo, instalación de islotes flotantes anclados al fondo en el centro del embalse, a una distancia que permitiera su observación sin molestias. Esto no es complicado, ni caro. En el cercano Embalse de Talaván se instalaron unos islotes diminutos en los que han criado los charrancitos y los chorlitejos. Sólo habría que hacerlos de mayor tamaño y esperar a que sean ocupados por charrancitos, canasteras, chorlitejos chicos y cigüeñuelas y, quién sabe, tal vez con el tiempo incluso se podrían instalar pagazas piconegras.
Related Posts with Thumbnails