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martes, 31 de diciembre de 2013

Recuerdos del Trepador azul.


 
Estos días navideños son muy apropiados para ponerse un poco nostálgicos, así que aprovechando unas fotos de Trepador azul me vais a permitir que haga lo propio.

Con 7-8 años, en lo que entonces era 3º de EGB, yo ya era un gran aficionado a escarabajos y mariposas, recogiendo y guardando cualquiera de ellos que encontraba muerto. Aunque era un buen estudiante, ese mismo año incluso recibí un premio en el colegio al final de curso, era también un macarrilla impenitente. Mis peleas eran constantes y mi osadía no conocía límites, peleándome con niños 5 años mayores que yo, aún cuando no era raro que me pusieran un ojo morado o me hicieran sangrar por la nariz de un buen puñetazo. Recuerdo que un día uno de esos niños de 13 años llegó educadamente hasta mi casa persiguiéndome, llamó a la puerta y le dijo a mi madre “mire señora, yo lo único que quiero es pegarle a su hijo” (entonces éramos así de correctos). Cierto que en aquellos momentos yo ya era un aficionado a la Naturaleza, pero de haber seguido así las cosas incluso podría haber llegado a ser un cazador.



En uno de esos sucesos que aparentemente son intrascendentes puede que mi suerte cambiara y de ser un viril cazador he pasado a un rarito que busca flores y pajarillos. Así, una de aquellas hepatítis virícas, tan comunes antes, me dejó tres meses en la cama, en reposo absoluto. Entonces reposo absoluto era no salir de la cama en todo el día (sin televisión, tablet, Smartphone o videoconsolas) y con un régimen severísimo que me convirtió de repente en una piltrafilla humana. Sin embargo, mi padre tuvo la feliz idea de regalarme los 11 tomos perfectamente encuadernados de la enciclopedia Fauna del Dr. Rodríguez de la Fuente. No recuerdo cuantas veces me la leí durante aquellos meses. Al volver al colegio ya no era el mismo, no era un angelito, que no hubiera durado dos minutos en aquellos patios feroces de un colegio sólo de chicos, pero me había convertido en una enciclopedia andante de la fauna mundial y mis aficiones desde ese momento quedaron completamente fijadas.


Aquel capítulo 67 del tomo 5.

De todos los volúmenes de Fauna el número 5 era mi preferido y entre sus capítulos siempre terminaba con el de Las Aves de los bosques caducifolios, con una impresionante fotografía de un Trepador azul en su nido. Aquel pajarillo se convirtió en mi Santo Grial. Mi padre de vez en cuando me montaba en el coche y me soltaba unas horas en Monfragüe o me llevaba a las dehesas de Oliva de Plasencia, por lo que pese a no tener prismáticos las cigüeñas negras, grullas, alimoches, buitres y águilas no me eran desconocidos. Sin embargo, aquel Trepador azul no se dejaba ver en mis entonces muy limitadas correrías campestres independientes. Ahora es casi imposible no ver uno cada vez que salgo al campo cerca de Plasencia.

Recuerdo que mi primera observación fue en un robledal del Valle del Jerte, pero a pesar de los años nunca se me ha quitado esa sonrisilla de satisfacción infantil cada vez que me cruzo con uno de estos bonitos pájaros.

                                                                 FELIZ AÑO 2014

miércoles, 11 de diciembre de 2013

El Roble del Barranquillo de la Plata (Quercus pyrenaica). Losar de la Vera, Cáceres.


Diapositiva del Roble del Barranquillo.


Pocos árboles singulares hay en Extremadura tan alejados de carreteras y caminos principales. El Barranquillo de la Plata no es, sin embargo, un lugar virgen y olvidado. Para llegar hasta él tendremos que dejar atrás tres majadas (la última con el muy serrano nombre de Pie Gordo) y andar un trecho por el antiguo camino de la plata, que cruzaba por el Collado de la Plata en dirección a la antigua mina de plata de Navalonguilla, en la cara norte de la sierra, ya en Ávila.

Tanta actividad serrana seguramente permite explicar la supervivencia de un árbol tan majestuoso en un lugar donde entre el clima y las personas se da poca tregua al arbolado. Quiero imaginar que la ubicación de este árbol junto al manantial donde nace el Regajo de la Plata permitía un refugio frente al terrible sol serrano y por eso fue respetado.

A esta altura, unos 1400 m, los rebollos van dando paso a los piornales y en esta zona en concreto, los suelos escasos de berrocal o berrueco permiten que los enebros desplacen a los robles. Todo esto no parece importar a este gran árbol, instalado cómodamente en una pequeña vaguada que le garantiza agua abundante y algo de refugio frente a los vientos de montaña.

Con todo, este árbol muestra las huellas del paso del tiempo y de una relación no siempre fácil con las personas. Su tronco se eleva hasta los casi 4 m donde se abre en siete gruesos cimales que conformarán la copa de más de 25 m de diámetro, aunque no tan globosa como en otros robles de cotas más bajas y que nos muestra que el árbol está en una fase avanzada de su madurez con la aparición de los primeros síntomas de la vejez. El tronco de 5,25 m de perímetro a 1,30 m se muestra claramente inclinado como consecuencia de la pendiente, lo que explica la corteza de acordeón en su base y sus grandes paquetes de madera de reacción en el lado opuesto, que generan una base de casi 8 m de perímetro. Dos grandes ramas se han desgajado hace muchos años y han originado pudriciones que a buen seguro habrán afectado al tronco, algo totalmente normal en un árbol que seguramente supere los 400 años.

martes, 3 de diciembre de 2013

CHORLITOS CARAMBOLOS (Charadrius morinellus): LOS SIETE SAMURAIS.



Este es el más curioso de los siete y seguramente el más fotografiado. ¿Será Kikuchio?

No está siendo un otoño especialmente rico en rarezas ornitológicas en Extremadura, más bien todo lo contrario. Por suerte, los siete chorlitos carambolos de Cuatro Lugares están dando mucho juego.

Ellos solos, como los siete samuráis de Kurosawa, se bastan para enfrentarse día tras día con los inagotables pajareros que hemos decidido ir a visitarlos. Como buenos samuráis no tienen miedo y no se achican ante un cara a cara, lo que me animó a acercarme a observarlos una tarde con mi hija de 3 años, algo impensable con la mayoría de las aves.

El lugar elegido obviamente les ayuda a camuflarse.

Rara vez se agrupan, lo habitual es que dejen al menos un metro entre ellos.

Sin embargo, es una pena que algunos no sepan valorar tanta confianza y vayan más allá, sobrepasando su distancia de confianza, convirtiendo una observación placentera en una molestia para las aves. De momento estos samuráis están demostrando que está forjados en acero de ley y se mantienen firmes, pero no sé cuánto tiempo más serán capaces de soportar a esa gente que no respeta las normas.

Este (¿esta?) parecía estar al mando de la partida.

Mantienen un ciclo frenético de alimentación-reposo-alimentación.

Que un grupo de pájaros corra hacia ti cuando estás observándolos es un privilegio que deberíamos saber respetar.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Aparece en Cáceres la Grulla errante.


La Grulla en su nuevo dormidero.
Localizada esta mañana en Cáceres la Grulla que desapareció ayer por la tarde de Moheda Alta (Navalvillar de Pela, Badajoz) tras el Festival de las Grullas.
 

jueves, 21 de noviembre de 2013

Willkomm en Plasencia (Cáceres).


Antirrhinum hispanicum (Antirrhinum graniticum). Extremadura (Plasencia, in vineis ad Jerte).

Siempre he sentido una especial debilidad por los exploradores naturalistas del siglo XIX y, aunque mis predilectos son el británico Alfred Wallace y el español Félix de Azara, el botánico sajón Mauricio Willkomm (que es como le gustaba que le llamaran en España) se codea con ellos pese a no viajar por remotas regiones de los trópicos.

Heinrich Moritz Willkomm


Heinrich Moritz Willkomm (1821-1895) es el autor, junto con el danés Johan Martin Christian Lange (1818-1898), de la que podría considerarse la primera Flora ibérica moderna, una obra en tres volúmenes escrita en latín donde se describen más de 5.000 taxones y que, aunque parezca mentira, todavía era muy utilizada en los años 70 del siglo XX como manual de consulta, a pesar de tener un título que asusta al más recio: Prodomus Florae hispanicae, seu sinopsis methodica omnium plantarum im Hispania sponte nascetium vel frequentis cultarum quae inotuerunt. Podemos consultar su contenido gracias a la biblioteca digital del Jardín Botánico de Madrid.

El tramo final del cañón del río Jerte.

Fue una lástima que durante sus viajes por España su mala situación financiera nos privara de su prevista visita a Gredos, ya que durante su segundo viaje perdió unos meses preciosos ganando dinero en investigaciones al margen de la botánica para poder continuar la exploración. Cuando pudo reanudar el viaje, la temporada estaba ya muy avanzada y sólo hizo una breve incursión a Guadarrama. Sin embargo, puede que gracias a eso Willkomm dispusiera de unos días para unas exploraciones por Plasencia en octubre de 1850.
 
Me gusta mucho imaginarme a Willkomm recorriendo algunas de mis zonas de campeo juveniles favoritas. Para él los alrededores de esta ciudad “son especialmente hermosos, y constituyen una de las comarcas más extraordinarias de la Península”. Pero lo que más me agrada es el interés que despierta en él “el angosto paso rocoso que atraviesa el río Jerte en la parte occidental de la ciudad, a través de una formación granítica, que constituye aquí una parte de la meseta de la Alta Extremadura. El paso, de una hora aproximada de largo y que recuerda una pista de caballos en el fondo de un valle rocoso, ofrece en mayo y junio un aspecto extraordinariamente rico e interesante”. Este era también mi lugar favorito, sin dudas. Allí se guardaban los tesoros más valiosos de mis salidas al campo: cigüeñas negras, alimoches y búhos reales. De aquello poco queda ya.

En este cañón del Jerte Willkomm pudo recolectar las siguientes especies: Digitalis thapsi, Phagnalon saxatile, Rumex scutatus, Lavandula pedunculata, Stipa gigantea, Thymus masticina, Xolantha guttata, Ranunculus hederaceus, Antirrhinum granitinum, Eryngium tenue, Euphorbia nicaeensis, Teucrium scorodonia, Dianthus lusitanus, Leucojum autumnale, Tolpis umbellata y Lotus angustissimus.

Para saber más sobre los viajes de Willkomm por España os recomiendo el libro “Viajes de un botánico sajón por la Península Ibérica” de Juan Antonio Devesa y María de Carmen Viera y editado en 2001 por la Universidad de Extremadura. https://sites.google.com/site/digitdevesa/libros

domingo, 3 de noviembre de 2013

EL NESTO DE LA DEHESA. Berzocana, Cáceres.


El Nesto de la Dehesa. Berzocana, Cáceres.
 
Los mestos (Quercus x mixta), cruce de encina y alcornoque, son relativamente comunes en Extremadura, pese a que tradicionalmente han sido mirados con malos ojos, pues ocupan en la dehesa el lugar de una encina o un alcornoque, sin tener sus ventajas productivas. Aunque claro, son mucho más bonitos que sus padres y eso ha sido suficiente para que un puñado de ellos se haya convertido en árboles monumentales.


Berzocana es más famosa por sus robledales y por el monumental Roble de la Nava, pero su Dehesa Boyal, el monte Valhondo, esconde otro magnífico árbol monumental: El Nesto de la Dehesa. Aquí los suelos raquíticos sólo permiten que prospere el encinar, los robles quedan para zonas más altas de la sierra. El Nesto, con su corteza de roble y su porte destaca sobre todas las encinas, casi parece un roble.

Morucha vigilando a su choto.
 
Hacía muchos años que no me acercaba a ver a este árbol y si no es por una vecina de Berzocana que me encontré en la dehesa, que amablemente me acercó hasta el árbol, no lo hubiera encontrado fácilmente. Afortunadamente no tuve que andar dando vueltas entre las jaras y encinas, porque detrás de cada grupo de jaras había una vaca morucha con cara de pocos amigos.

En un claro se dejaron ver algunos de los pequeños tesoros que escondían las jaras.

Esta vez la visita no fue muy larga porque entre las jaras junto al mesto me encontré un ternero de poco tiempo y su madre se estaba poniendo muy nerviosa, así que antes de que empezara a llamar al resto de la vacada y se llenara todo de moruchas corriendo a mi alrededor, decidí tomar unas fotos rápidas y dejar tranquilo al ternero.

Ya en casa consulté los datos que tenía de este árbol, tomados el día 14 de noviembre de 1998, ahí es nada. Me agradó encontrarlo en buena forma e imagino que sus datos biométricos habrán variado muy poco. Lo más destacado de este ejemplar es su tronco cilíndrico de unos 4 metros de altura, sobre el que se abre una copa de casi 20 metros de diámetro, formada al estilo que le dan a los robles por esta zona.

lunes, 28 de octubre de 2013

Apteromantis aptera puede esperar


La barba, los coloretes, el bulto...
 
Estaba preparando mi entrada con Apteromantis  aptera cuando mi hija de 3 años me ha regalado un retrato mío y no he podido evitar mostrarlo aquí. La verdad es que lo ha clavado.
 
Apteromantis aptera. Trujillanos, Badajoz. Octubre 2013.
 
 
Y volviendo a Apteromantis aptera, la semana pasada fue la primera vez que me echaba a la cara a este bicho, lo encontró un compañero en un pastizal seco mientras buscábamos unos Narcissus cavanillesii. Ya de entrada me pareció la especie, tan pequeñaja, sin rastro de alas y con esos ojos afilados.

En el pastizal donde la encontramos.


Resulta curioso que esta especie tan famosa, citada en toda la normativa ambiental, haya tardado más de 100 años en ser localizada en Extremadura, cuando su lugar de descubrimiento está en la provincia de al lado (Pozuelo de Calatrava, Ciudad Real. Fuente, 1893). No es hasta el año 2007 cuando es fotografiada de manera fortuita por Barreda en las localidades pacenses de Entrín Bajo y Almendralejo. Un año después es fotografiada por Ángel Sánchez cuando buscaba una mariposa en los alrededores de Mérida y recientemente ha sido localizada por unos entomólogos que muestreaban mariposas en Higuera de la Serena, Malpartida de la Serena y Zalamea de la Serena (Obregón y Gutiérrez, 2013). Estos encuentros fortuitos, a los que se suma el nuestro en Trujillanos (Badajoz), también fortuito, ponen en evidencia que resulta más fácil dejar que sea ella la que te encuentre y que seguramente no sea una especie tan rara.

domingo, 13 de octubre de 2013

Narcissus cavanillesii


Narcissus cavanillesii


El otro día andaba buscando Narcisos humildes y no pude evitar darle vueltas al nulo interés que despierta esta especie pese a su rareza. Los botánicos que decidieron dejar atrás lo de Narciso humilde (Narcissus humilis) para renombrarlo Narciso de Cavanilles (Narcissus cavanillesii) tomaron, con seguridad, una acertada decisión de marketing. A nadie le importa una florecilla con un nombre tan escaso de encanto, el problema es que poca gente conoce a Cavanilles, por mucho que sea uno de nuestros más grandes botánicos.

Si partimos de una pequeña y discreta florecilla, le damos el nombre de un personaje antiguo y olvidado, la ponemos a crecer en hábitats tan poco refinados como bordes de caminos y cultivos y la hacemos florecer en otoño, tenemos garantizada la invisibilidad. Esto de la invisibilidad, por otro lado, no está tan mal y le evita más de un problema, pero siempre se corre el riesgo de que nadie se entere de que una de nuestras escasas poblaciones ha pasado a mejor vida.

En Extremadura en estos momentos hay unas 10 poblaciones conocidas (tras eliminar citas erróneas y poblaciones desaparecidas), todas en Badajoz, que suman unos pocos miles de individuos. La distribución mundial de esta especie se completa con un par de pequeñas poblaciones en Portugal, que fueron recolocadas para evitar quedar bajo las aguas de Alqueva (una tercera de hecho paso a mejor vida), las poblaciones andaluzas (Cádiz, Sevilla, Huelva, Málaga y Córdoba), las escasas localidades del norte de Marruecos y una argelina. Todo un imperio, vamos.

Narcissus serotinus


Esta planta produce un híbrido con el abundante Narciso otoñal (Narcissus serotinus) conocido como Narcissus x alentejanus, que llega hasta Valencia (algunos dicen que son un recuerdo de la presencia de Narcissus cavanillesii en la tierra de Cavanilles). Al parecer las barreras reproductivas en esta especie no están muy desarrolladas y dado que Narcissus serotinus rodea a cada población de Narcissus cavanillesii, superándola en proporciones astronómicas, para mí es un misterio que sigua habiendo Narcisos de Cavanilles extremeños y no haya sido absorbido por su pariente.
 
Narcissus x alentejanus
 
Mientras se resuelve esta cuestión, harían bien los botánicos en renombrar esta especie de cara a una futura puesta en valor que permita implementar una batería medidas interdisciplinares de gestión sostenibles, que tiendan puentes para el diálogo sereno entre ambos narcisos. Yo propongo llamarlo Narciso de Iniesta.

martes, 24 de septiembre de 2013

Pie de lobo menor (Lycopodiella inundata). Marsh clubmoss.


Lycopodiella inundata. Sierra de Gata, Cáceres. 1.050 m.
Las Lycopodiáceas son una familia antigua cuyo origen se estima en el Paleozoico, entre 350-400 millones de años. Aunque se incluyen entre los helechos, siempre se las ha considerado unos bichos raros. Sea como sea, sobrevivieron a la gran extinción del Pérmico que acabó con el 95 % de la vida sobre la Tierra, lo que las hace dignas de todos mis respetos.

Fiel a su origen Lycopodiella inundata, es una plantita un poco rara a medio camino entre un musgo y un helecho. Su distribución actual es básicamente circumboreal, aunque de manera dispersa, con escasas localidades en la zona mediterránea y, curiosamente, con presencia en las Azores.

Lycopodiella inundata, también conocida como Pie de lobo menor, es la clásica especie pionera a la que cuesta poco imaginar prosperando en los periodos interglaciares. Su dinámica poblacional se basa en metapoblaciones donde, mientras algunas subpoblaciones se extinguen por alteraciones periódicas, otras aparecen al recolonizar terrenos alterados. El hábitat donde esta planta prospera es un fiel reflejo de su escasa capacidad competitiva, debe permanecer inundado en invierno y primavera para evitar la presencia de hierbas, pero debe secarse en verano, aunque sólo lo justo, suficiente para impedir la presencia de musgos esfagnos, pero no tanto como para que Lycopodiella pase sed. El agua además debe ser ácida y pobre en nutrientes.

Con tantos requerimientos tampoco es de extrañar que en Gran Bretaña, por citar una zona donde está bien estudiada, se conozcan zonas con una reducción de más del 80 % de sus poblaciones desde los años 30 del siglo XX. La situación de esta especie en la región mediterránea es todavía más delicada, fruto de lo que podríamos llamar la paradoja del pionero-relicto. Está muy bien ser pionera y de una estirpe antigua, pero si basas tu juego en una sucesión de extinciones-recolonizaciones debes asegurarte de contar con varias poblaciones a tu alrededor, de modo que, a una extinción le suceda una recolonización. Si no es así, el juego se acaba muy rápido.

En España sólo aparece en Pirineos, Galicia, Sistema Ibérico y Sistema Central y aunque no he localizado ninguna referencia para Extremadura, el ejemplar de la foto es de una pequeña población de la Sierra de Gata cacereña que localizamos en 2002.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La Esfinge colibrí del jardín. Macroglossum stellatarum.


La Esfinge colibrí descansando antes de pasar a su dormidero.

Para aquellos que tenemos esa extraña perversión del gusto por las plantas raras y escasas, la Esfinge colibrí (Macroglossum stellatarum) no es un personaje cualquiera. Más bien se trata de uno de nuestros héroes más queridos. Desde los cantiles cuarcíticos de la Sierras centrales de Badajoz uno de esos fríos y húmedos días invernales sin insectos, hasta los tórridos días de agosto a 2.400 m en un prado de cumbres de Gredos, soportando sol y radiación ultravioleta a cascoporro. En cualquier situación Macroglossum realizando la labor polinizadora de nuestras joyas botánicas con una eficacia digna de un monumento. Duro como un abejorro y con el radio de acción de un pájaro.

Resulta que hace más de una semana que cada noche una de estas mariposas elige nuestro pequeño jardín para pasar la noche. Llega cuando se ha puesto el sol, elige una ramita periférica de abedul o madroño para reposar unos instantes (un predormidero que diríamos si se tratase de un ave) y después vuela a un lugar más protegido en el interior de la copa, donde pasará la noche. Este comportamiento en un insecto, seres que solemos asociar con los robots, da que pensar. Va a resultar que los insectos también tienen su corazoncito, con sus gustos y costumbres. A donde vamos a llegar.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Los alcaudones dorsirrojos extremeños (Lanius collurio).

Bellísimo macho de Alcaudón dorsirrojo en su posadero favorito. Valle del Jerte, Cáceres.

A veces las cosas suceden de la manera más inverosímil. Cuando parece que ya poca gente pone en duda el aumento de la aridez asociado al cambio climático, algo que pondrá a una buena parte de Extremadura al borde del desierto, resulta que una especie de pajarillo de las verdes campiñas eurosiberianas se ha extendido en los últimos años por las montañas del Sistema Central, plenamente dentro de la región mediterránea ibérica, alcanzando Extremadura hace unos pocos años.

 Es conocido que algunas especies eurosiberianas aún están expandiendo su distribución dentro de la Península Ibérica, con el Haya como ejemplo más claro, pero que lo haga una especie que en sus mejores zonas centroeuropeas está en franco retroceso no parece que tenga mucho sentido. Por mucho que su patrón de migración oriental lo convierta en sospechoso de advenedizo recién llegado a la Península Ibérica, las cosas no suelen suceder así. Cuando a una especie le van mal las cosas, lo normal es que las primeras en resentirse sean las poblaciones situadas en las zonas menos adecuadas. Muy mal lo deben estar haciendo en Centroeuropa.

De momento, el Alcaudón dorsirrojo cría en dos zonas de Extremadura (Ambroz y Valle del Jerte) y parece que cada año se ven más aves y en más zonas. Son un puñado, es verdad, pero ya son varios años seguidos y en las mismas zonas, lo que hace pensar que tienen la intención de quedarse.

 
Para saber más de esta especie en Extremadura conviene consultar el blog Aves de Extremadura

lunes, 26 de agosto de 2013

La Boca de Dragón de Gredos (Antirrhinum grosii).




El hecho de que la Boca de Dragón sea una de las plantas más comunes en jardinería, por su fácil cultivo e inagotable capacidad para originar variedades cada vez más espectaculares, y al tiempo sea una de las más estudiadas por su facilidad de hibridación, siendo un modelo clásico en esta cuestión desde los tiempos de Darwin, hace que pasen bastante desapercibidos el resto de los componentes de este género, de carácter eminentemente ibérico.

Es cierto que la especie más popular es Antirrhinum majus, que ocupa básicamente la región alpina (Pirineos y Alpes), pero de las 24 o 25 especies de Antirrhinum sólo 1 es ajena a la Península Ibérica, mientras que 20 son exclusivas de ella. Se trata además de un género con un patrón de especiación muy característico de nuestra península, pues como han demostrado los estudios genéticos más recientes (Vargas et al., 2009) se trata de un género en el que todas las especies se encuentran muy próximas, lo que supone una diferenciación reciente. Se cree que durante el final del Plioceno y el Pleistoceno se formaron por aislamiento geográfico, debido a fuertes variaciones climáticas, un puñado de endemismos con un posible origen en el sureste peninsular. Estos endemismos en época de bonanza climática extenderían sus áreas de distribución iniciando una cadena de contactos e hibridaciones entre ellas que condujeron al surgimiento de nuevas especies. Así hoy, aún dentro de su afinidad, pueden reconocerse un grupo de especies del noroeste ibérico, otro del noreste y otro del suroeste que nos orientan un poco sobre estos contactos.

De las cuatro especies presentes en Extremadura : A. grosii, A. graniticum, A. meonanthum y A. onubensis, yo siento especial debilidad por la primera, la Boca de Dragón de Gredos, exclusiva de las sierras de Gredos y Béjar entre Ávila, Salamanca y Cáceres. Siempre he tenido la impresión de que es una especie menos abundante de lo que se piensa, su facilidad de observación puede inducir a pensar que es una planta abundante cuando sus poblaciones, dados sus hábitos rupícolas, nunca son muy numerosas. Hace años intenté hacer un censo de la especie en Extremadura, para lo que me recorrí todo el tramo cacereño de las sierras de Gredos y Béjar. La especie presentaba una distribución casi continua desde la sierra de Béjar de Tornavacas hasta Madrigal de la Vera, en el centro mismo de Gredos. Pero, lógicamente, sólo aparecía en los lugares adecuados por encima de 1.900 m agrupados en 10 poblaciones que a su vez se dividían en subpoblaciones, algunas de un solo individuo. En total algo menos de 300 individuos de todos los tamaños y, aunque el censo en la zona de Riscos Morenos y El Cancho seguramente infravalora la población real, su número no creo que alcance los 400 individuos.

miércoles, 7 de agosto de 2013

LA COLLALBA RUBIA.




Aunque por desgracia es algo muy poco habitual, todavía hay veces en las que un pajarillo parece que no tiene miedo de nosotros y nos alegra el día, esto sucedió esta pasada primavera en un camino a las afueras de la ciudad de Cáceres. Al pasar junto a este macho de Collalba rubia (Oenanthe hispanica) noté que apenas se movió, me paré y me ignoró, así que comencé a andar muy despacio hasta él y cuando estaba a menos de 3 metros decidí pararme. Estuve un rato mirándole, él parecía que hacía lo mismo conmigo. Esto duró unos 10 minutos y después se tiró al suelo a poco más de 4 metros y estuvo buscando bichillos. Incluso se unió su pareja, aunque a mayor distancia.

 

Mientras esto pasaba se cruzó por el camino un perro con una pinta muy fea, que me echó una mirada terrible mientras sostenía la cabeza de un ternero en su boca. Allí se terminó todo por mi parte, aunque intenté no perder la compostura y me vino a la cabeza el famoso estrambote de Cervantes:

Y luego, incontinente,

caló el chapeo, requirió la espada

miró al soslayo, fuése y no hubo nada

viernes, 12 de julio de 2013

HILL TOPPING


Macho de Jasón de cuatro colas (Charaxes jasius) en su percha. Ya se le aprecian daños en sus alas por los combates casi
continuos. En esta zona él era el macho dominante y por eso ocupa la zona más alta. Las Hurdes, Cáceres. 1500 m.
 
En ocasiones, mientras paseamos por una zona de cumbre en primavera, nos sorprenderá la cantidad de mariposas que podemos observar en esas zonas tan aparentemente poco favorables. Bueno, en realidad nos sorprenderá la cantidad de insectos (moscas, libélulas, cochinillas, tijeretas, etc.).

 Si le dedicamos un poco de tiempo, nos resultará fácil empezar a comprender que es lo que ocurre en esas zonas. Veremos cómo las mariposas, el grupo de especies más llamativo, tienen un comportamiento muy marcado, o bien se sitúan sobre una percha (una rama o una piedra) y defienden un pequeño territorio con gran agresividad, dando numerosas vueltas en torno a él, o bien realizan rutas lineales de patrulla a lo largo de la cuerda, o, por último, pueden agruparse en un punto concreto formando algo muy parecido a los leks de algunas aves.

Machos de Pavo real (Inachis io), al fondo, y Sofía (Issoria lathonia), izquierda, en sus vuelos lineales de patrulla. Estas especies evitan a la agresiva Jasón de cuatro colas situándose un poco más abajo. Las Hurdes, Cáceres. 1490 m.


Si, además, resulta que casi todos los individuos que observamos en la zona son machos, todo esto nos conduce a un comportamiento relacionado con el emparejamiento. Gracias al hill topping, en realidad una manera de facilitar el encuentro entre ambos sexos, los machos de mariposas de una zona se concentran en puntos muy concretos, que destacan sobre el entorno (normalmente una montaña, pero puede bastar un gran árbol o un arroyo), allí esperarán a que las hembras recién emergidas se acerquen a esas zonas (parece que tras unos vuelos exploratorios todas se dirigen invariablemente hacia la mayor elevación del entorno). Las hembras sólo permanecen en estos puntos el tiempo justo para escoger un macho y emparejarse, dejando la zona inmediatamente después en busca de zonas adecuadas para la puesta. Los machos se quedarán allí en busca de su oportunidad, ya que ni siquiera en estos lugares tienen garantizado el emparejamiento, por lo que los encuentros agresivos entre ellos son muy frecuentes. Esto supone un gran desgaste ya que normalmente en estos puntos no tienen alimento a su disposición.

Cuando estamos subiendo a una montaña muchas veces nos encontramos con algún macho de mariposa a media ladera realmente cascado, con las alas destrozadas que le hacen muy difícil el vuelo, seguramente en algún momento mantuvo su territorio en lo más alto y ahora ha sido vencido y expulsado. Si consiguió aparearse habrá merecido la pena, si no lo logró habrá sido un fracaso total, aquí no hay término medio.

sábado, 6 de julio de 2013

Iberodorcadion segovianum (Cerambycidae).




Iberodorcadion segovianum subsp. dejeani. El Torreón, Tornavacas. 2400 m.

Retronival, con este palabrejo suelen describir los especialistas la ecología de este pequeño escarabajo. Rebuscado, aunque breve, si lo que queremos indicar que esta es una especie que vive en la media y alta montaña y que su ciclo comienza tan pronto como se retira la nieve. Sus larvas se entierran entre las raíces de gramíneas de montaña (Festuca sp., Nardus stricta) y se alimentan de ellas durante el año que dura el ciclo.

Iberodorcadion segovianum subsp. segovianum. Las Veguillas, Tornavacas. 1600 m.


Frenesí reproductor en una población de alta montaña. El Calvitero, SA. 2300 m.

Iberodorcadion segovianum es un endemismo de la Sierra de Gredos (parece que también de la cercana Sierra de Francia) que en Extremadura tan sólo podemos encontrar en las comarcas de La Vera, Valle del Jerte y Ambroz. Aquí sólo lo he encontrado por encima de los 1.400 metros de altitud, alcanzando los 2.400m del Torreón, y en fechas que van de primeros de abril para las cotas más bajas, hasta mediados de julio para las zonas de cumbres. En las partes más altas su ciclo es más reducido y parece que se sincronizan más, por lo que en zonas donde está presente es fácil de localizar, dando una falsa sensación de abundancia. Pasados estos días también nos resultará fácil encontrar multitud de individuos muertos tras completar su ciclo.

Distribución de la especie en Extremadura en base a observaciones propias. En verde
la subespecie dejeani y en rosa la subespecie nominal.


En Extremadura están presentes las dos subespecies descritas para esta especie, la subespecie dejeani al oeste del Puerto de Tornavacas y la subespecie segovianum al este de dicho puerto. Conservo una antigua monografía que me regalaron donde Eduardo Vives, el gran especialista en Cerambídos, revisa este género y en ella se recogen 10 variedades para la subespecie nominal y 7 para dejeani, algo que supera mi entendimiento.

viernes, 28 de junio de 2013

Centaurea amblesis

Centaurea amblesis subsp. amblesis. Sierra de Béjar, Ávila. 1500 m.


Descrita como Colymbada amblesis en 1854 por Mariano de la Paz y Graells con ejemplares del Valle del Amblés (Ávila), posteriormente es incluida en el género Centaurea. Se reconocen dos subespecies: la Centaurea amblesis subsp. amblesis, que habita la cara norte de Gredos desde Salamanca a Madrid, las sierras de Ávila, con presencia en Zamora y la Centaurea amblesis subsp. tentudaica, que habita la sierra de Tentudía al sur de Badajoz, penetrando en la provincia de Huelva. No se trata ni mucho menos de una especie común, así, aparece de manera puntual en praderas originadas por la eliminación del robledal o el matorral con fines ganaderos y en claros de piornales.




Cuando la miras cara a cara, esta Centaurea no puede ocultar su estrecho parentesco con nuestra querida Centaurea de Tentudía (Ver aquí), son como dos gotas de agua, y sólo me llama la atención el menor número de capítulos florales de la subespecie de Tentudía y su mayor tendencia a dejar de ser acaule (ambas cosas pueden ser simplemente ambientales). Eso es algo que nunca me ocurría con la Centaurea toletana, amarilla y con unas brácteas algo diferentes. Aunque parecía más fácil imaginar que las plantas de Tentudía procedían de la Centaurea de los Montes de Toledo, por su mayor proximidad, en lugar de la Centaurea del Amblés, lo cierto es que la distancia más corta entre A y B en biogeografía no necesariamente tiene que ser la línea recta.

Centaurea amblesis subsp. amblesis con 5 capítulos florales, algo habitual.



Hoy día se han podido reconstruir una buena cantidad de las rutas migratorias que pudieron seguir las especies de la flora ibérica en los últimos millones de años. El Sistema Central, donde habita Centaurea amblesis, estuvo bien conectado durante los últimos periodos glaciares con las montañas leonesas, donde todavía hay Centaurea amblesis, gracias a las montañas portuguesas. Además, la mayor influencia oceánica del país vecino (clima más templado y húmedo) permitió a las especies de requerimientos atlánticos y eurosiberianos dar el salto, en los momentos más favorables climatológicamente, desde la Serra da Estrela, en el Sistema Central portugués, hasta Sierra Morena (imagino que vía San Mamede-Sierras de Jerez). Esto explicaría la existencia de Centaurea amblesis y Viola langeana en la Sierra de Tentudía. Esta ruta permitiría evitar las Vegas del Guadiana y el Tiétar, la Penillanura cacereña, la Serena, la Campiña y la Tierra de Barros, extensas áreas nada favorables para nuestra Centaurea.

viernes, 21 de junio de 2013

Collalba negra (Oenanthe leucura). Black Wheatear.


Macho de Collalba negra. Parque Natural Tajo Internacional, Cáceres.


Yo creo que, a veces, a los investigadores les pueden sus prejuicios e intentar buscar explicaciones más o menos racionales a cosas que son por completo irracionales. Vamos a ver, si un pequeño pájaro hace burradas es que es un burro, simplemente.

La Collalba negra es la más grande entre las collalbas (y aún así no supera los 40 gramos de peso), su plumaje negro y blanco podría ser de una extremada elegancia si tuviera alguno de los brillos de un cuervo, pero tiene un matiz marrón ahumado, más acusado en la hembra, que la desluce (dicho aquí con un sentido estrictamente literal, porque me parece un ave hermosa). Tampoco tiene la gracia de sus parientes más pequeños como la bellísima Collalba rubia o la super-elegante Collalba gris ibérica. Pero hemos de concederle que en los secos y duros medios donde vive todas estas sutilezas sobran.

Quizás el comportamiento más conocido y estudiado de esta especie sea el acarreo de piedrecitas al nido y su entorno durante la fase inmediatamente anterior al inicio de la puesta. Esta es una costumbre muy de collalbas, gracias a la cual las hembras, que son las constructoras del nido, crean una plataforma de piedrecillas sobre la que asentarán la taza del nido. Pero en la Collalba negra, donde es el macho el que aporta prácticamente todas las piedras, este comportamiento traspasa los límites de lo que una persona consideraría normal. Todos los intentos de explicar dicho comportamiento como algo relacionado con la protección del nido o su termorregulación se han visto desvanecerse ante el frenesí acarreador de este pájaro.

Finalmente parece que estamos ante un caso claro de comportamiento que intenta poner de relieve el estado físico del macho ante la hembra y no parece que estas hembras sean fáciles de contentar. No bastará con que un pajarillo de 30 ó 40 gramos acarree más de 2 kg de piedrecillas antes de que la hembra le de su aprobación, pues esta nunca será total. El macho deberá repetir la proeza varias veces por temporada antes de cada nuevo intento de cría (nunca con tanta intensidad como en la primera ocasión, es cierto) y la hembra ajustará su puesta proporcionalmente al esfuerzo realizado por el macho. La hembra también puede aportar alguna piedrecilla, pero más bien parece que sopesa el trabajo realizado por el macho. Esta dureza de la hembra es lo que ha llevado a estas auténticas burradas, que deben tener un gran desgaste sobre los machos, como han podido observar los investigadores. Así se han constatado pájaros que han transportado piedras de 25 gramos más de 10 metros (¡volando!) o pájaros capaces de aportar hasta 82 piedrecitas en apenas 30 minutos. Esto es algo que se ha podido observar en más del 90 % de los nidos estudiados e incluso se ha verificado en casos en los que el macho presentaba gravísimas deformaciones en el pico. Está claro que los machos de Collalba negra deben envidiar a esos pájaros que resuelven la cuestión con plumas de colorines o bailes.

Mientras las Collalbas negras se agotan con estas exhibiciones, sus nidos parecen ser bastante vulnerables y son depredados en más de un 20 % de las veces en la primera puesta, subiendo a casi el 25 % en las puestas de reposición y bajando hasta algo más de 15 % en las segundas puestas. En no pocas ocasiones además la hembra pierde la vida. Recuerdo varios nidos en edificios abandonados donde tanta piedrecita te llevaba directamente al nido, como las famosas migas de pan del cuento.

Roto el hielo tras semejante esfuerzo, no es de extrañar que estas parejas de Collalba negra permanezcan juntas todo el año, vagando por sus enormes territorios. Las parejas vecinas pueden estar tranquilas y rara vez hay conflictos entre ellas, básicamente porque los otros machos no sentirán mucho interés por intentar cortejar a otra hembra. Y no me extraña.

viernes, 14 de junio de 2013

Thymelaea procumbens


Thymelaea procumbens. Flor masculina. Valle del Jerte, Cáceres. 1400 m.

Hace 5,96 millones de años se cortó la conexión entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico y, dado que la evaporación de Mediterráneo supera los aportes de sus ríos, comenzó un proceso de desecación de este mar conocido como la Crisis de Salinidad del Messiniense. Esta desecación casi total permitió la aparición de puentes de tierra que unieron la Península Ibérica con el norte de África y con Oriente Medio, uniendo la mayoría de las islas del Mediterráneo. Este parece ser el origen de la actual flora iberonorteafricana. Este acontecimiento también permitió la llegada hasta la Península Ibérica de un buen número de especies originarias de las zonas áridas de Asia Central, especies que se extenderían por ambas orillas del Mediterráneo y que forman la llamada flora Irano-turanica, entre las que podemos destacar los géneros Astragalus, Stipa, Artemisia y Thymelaea. La conexión entre Atlántico y Mediterráneo se restableció hace 5,33 millones de años y los puentes entre las distintas regiones se perdieron, iniciándose la evolución separada de estas especies que dará lugar a numerosos endemismos.

Thymelaea procumbens. Flores femeninas. Valle del Jerte, Cáceres. 1400m.

 Las especies de género Thymelaea son sumamente atractivas, si no por su escasa belleza, sí por sus interesantes estrategias reproductivas adaptadas a medios donde las condiciones son muy duras y cambiantes. Dentro de este género, con unas 30 especies, se pueden encontrar plantas capaces de producir frutos carnosos y frutos secos de manera simultánea. Esto, conocido como heterocarpia, permite a la planta producir frutos en los que primaría la dispersión, junto con otro tipo en los que primaría su dormancia y, por tanto, son un seguro de vida ante imprevistos ambientales (p.e. un incendio).
Thymelaea procumbens. Hábito. Valle del Jerte, Cáceres. 1400 m.
 La expresión del sexo en estas especies es muy complejo, así encontramos mayoritariamente especies dioicas, con plantas masculinas y plantas femeninas separadas, pero también podemos encontrar todas las posibles combinaciones con plantas con flores de los dos sexos, con flores de un sexo junto a flores hermafroditas, incluso plantas que cambian de sexo conforme avanza la temporada pasando de machos a hembras. En general las flores son bastante modestas y tienen muy poco desarrollada su capacidad de producir néctar, por lo que se considera que su polinización está dominada por el viento aunque también intervienen los insectos.

En junio de 1904 Gandoguer recolectó en la Sierra de Gata (¿Salamanca?) una especie de Thymelaea que atribuyó a Thymelaea nitida. Era una especie conocida y la cita pasó al olvido. En junio de 1951 un equipo de botánicos portugueses de la Universidade de Coimbra recolecta una planta no florida de Thymelaea en la Ribeira d’Arnes, Sabugal (Serra de Malcata). La especie les parece nueva pero sin flores no la pueden describir, así que el 20 de abril de 1952 recogen bastante material con flores en la misma localidad (A. Fernandes, F. Sousa y J. Matos). Ese mismo año Abilio Fernandes y Rosetta Fernades describen la nueva especie como Thymelaea procumbens y al estudiar el material de 1904 recogido por Gandoguer en España lo atribuyen a esta nueva especie.

Desde entonces se han añadido unas pocas citas nuevas, que confirman la rareza de este endemismo ibérico. En 1973 Casaseca la cita como abundante en los rebollares de Villarrubias en la sierra de Gata (Salamanca), en 1975 Fernández Díez la recolecta en La Alberca, en la Sierra de Francia (Salamanca). A principio de los años 80 Arturo Valdés Franzi la localiza en dos puntos de la Sierra de Gata (Cáceres). Con el nuevo siglo la especie es localizada en la Sierra de Gredos: el 4 de mayo de 2003 por Antonio González Canaleja en Navalonguilla (Ávila) y, posteriormente, dos poblaciones en el Valle del Jerte (Cáceres). En 2003 también se localiza otra población en Sierra de Gata cacereña (J. Blanco, S. Ramos y FM. Vázquez).

Thymelaea procumbens aparece en zonas aclaradas de matorrales de brezo, escoba o piorno en zonas de rebollar (Quercus pyrenaica) o por encima de este, sobre suelos ligeramente ácidos, entre los 700 y los 1900 m. Parece tener problemas en zonas de matorral muy cerrado, donde busca taludes, bordes de pistas o zonas quemadas. Es una especie dioica, aunque se encuentran ejemplares con flores masculinas y hermafroditas. Presenta un olor desagradable que persiste en los pliegos de herbario, aunque a mí la verdad es que no me ha llamado la atención pese a estar muy cerca al fotografiarla.

lunes, 10 de junio de 2013

ALZACOLA Y PECHIAZUL (Rufous Bush Robin and Bluethroat).


Alzacola (Cercothichas galactotes subsp. galactotes)
 
Poder ver Alzacola y Pechiazul en sus territorios de cría en la misma mañana (madrugando, se entiende) para mí se acerca mucho a rizar el rizo. Se trata de dos de mis pájaros favoritos desde que era un niño, con el primero disfrutaba cada verano en los olivares de La Montaña, en Cáceres y con el segundo pené durante años buscándolo en Gredos cuando tenía la suerte de que alguien me acercara a la sierra, siempre o muy pronto o muy tarde. Ahora, que uno ya va para mayor y puede moverse sólo, es cuando me doy cuenta realmente de lo localizados que están estas dos especies en la provincia de Cáceres. Los alzacolas de La Montaña parece que son cosa del pasado y los pechiazules, que sin saberlo criaban a poco más de 40 km de la casa de mis padres, ocupan un puñado de enclaves diminutos, que un año se queman y otro casi.

Pechiazul (Luscinia svecica subsp. cyanecula)

El hecho de que para los expertos en biogeografía el Alzacola sea un especialista climático, propio de climas cálidos y secos, no olvidemos que cría en los oasis del norte de África, no deja de llamarme la atención cada vez que lo observo en el norte de la provincia de Cáceres. Pero más me sorprende el hecho de que a no más de 30 km del lugar donde crían los alzacolas, con su indudable aspecto de ave del desierto, se reproduzcan tan tranquilamente los pechiazules, un ave que para los mismos expertos es un ave de climas frescos o templados con ciertas necesidades de agua, algo que no sorprende de un ave que se reproduce en los bosques de abedules de las montañas escandinavas.

Alzacola mostrando el porqué de su nombre.


Este maravilloso contraste es algo que debemos agradecer a nuestra situación geográfica. La Penillanura Cacereña está surcada por valles fluviales, o más propiamente tajos, bastante cálidos, algunos de los cuales llegan a los mismos pies de la Sierra de Gredos, alcanzándose desniveles de hasta 2.000 m en apenas 20 km. Una circunstancia que, aunque nos permitirá disfrutar de una gran variedad de especies (eurosiberianas y mediterráneas), tendremos presente en cada uno de nuestros pasos una vez que hayamos decidido subir a la sierra por la vertiente cacereña. Y serán muchos.

martes, 4 de junio de 2013

EL EMBALSE DE GUADILOBA, CÁCERES.


El Charrancito se resiste a abandonar este embalse.

Definitivamente la colonia de larolimícolas del Embalse de Guadiloba, cerca de Cáceres, no está pasando por su mejor momento. Hace tan solo diez años se podían observar aquí grupos de más de 100 canasteras (Glareola pratincola), unas 10 parejas de Charrancito (Sterna albifrons), más de 15 parejas de Cigüeñuela (Himantopus himantopus) o más de 10 parejas de Chorlitejo chico (Charadrius dubius). Incluso los fumareles cariblancos (Chlidonias hybrida) tonteaban algunos años. Hoy, apenas una pareja de charrancitos que no tengo claro que estén criando, algunas canasteras en vuelo alto sobre el embalse, 1 ó 2 parejas de cigüeñuelas que tampoco parece que se reproduzcan y no más de 3 parejas de Chorlitejo chico.
 
La razón de este declive parece clara, la ausencia de un lugar de cría a salvo de los pescadores. Ya sé que no me gano muchos amigos con esto, pero no hace falta más que darse una vuelta por el embalse para ver cómo la isla-península de cría es invadida por coches en cuanto el nivel de las aguas lo permite, sin importar que en esos momentos se esté iniciando la reproducción de estas especies. Ya antes se había perdido una zona tradicional de nidos como consecuencia de unas obras. En la cola del embalse tampoco mejora la cosa, ya que se une a su mayor exposición, accesible por tierra para depredadores y ovejas, la posibilidad de acceso en vehículo hasta casi la zona de cría.
 
Chorlitejo chico

 
Es una pena que en un momento en el que se mira al turismo ornitológico como un recurso capaz de generar empleo, se permita la pérdida de los valores que hacían de este sitio un lugar conocido por los pajareros, que tras visitar los llanos del entorno se acercaban aquí a sumar alguna especie interesante a su lista. Los Llanos de Cáceres ya no son lo que eran para el Aguilucho cenizo o el Sisón, las estrellas aquí son cada vez más los actores secundarios, quitarle ahora las canasteras y los charrancitos sin duda merma bastante el producto. No sólo de Avutarda vive el hombre que, llegado el caso, podría vivir mejor en Villafáfila.


La solución parece tan sencilla que resulta increíble que no se haya acometido ya. Si realmente queremos ser un referente en turismo ornitológico no se puede vivir sólo del tirón de Monfragüe y ver como todo el mundo nos adelanta. No basta con conservar (que como se ve ni eso), además hay que fomentar. Yo aquí veo dos acciones muy sencillas y económicas. Primero, la apertura de un canal de unos pocos metros que convierta la isla-península en una isla permanente, evitando el acceso con vehículos. Segundo, instalación de islotes flotantes anclados al fondo en el centro del embalse, a una distancia que permitiera su observación sin molestias. Esto no es complicado, ni caro. En el cercano Embalse de Talaván se instalaron unos islotes diminutos en los que han criado los charrancitos y los chorlitejos. Sólo habría que hacerlos de mayor tamaño y esperar a que sean ocupados por charrancitos, canasteras, chorlitejos chicos y cigüeñuelas y, quién sabe, tal vez con el tiempo incluso se podrían instalar pagazas piconegras.
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