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domingo, 29 de enero de 2012

EL ALTAR DE LOS CABREROS. Tornavacas (Cáceres).

Genciana amarilla o Junciana (Gentiana lutea) en un rezumadero con una turbera sobre ellas.


En la Sierra de Majarreina, en Tornavacas (Cáceres), existe un lugar que nada tiene que ver con el resto de la provincia. Pese a ser una exposición de solana, con sus más de 2.000 m las numerosas fracturas del granito permiten que la escorrentía del deshielo sea retenida, generando una zona con numerosos manantiales, turberas y rezumaderos. Una zona en la que además sobreviven las últimas pocetas glaciares de Extremadura.

La primera visita que hice a la zona me acompañó una persona que se había criado desde niño es estas sierras, viviendo en la majada con su familia. En aquella época, hace unos 35 años, todavía quedaban algunas familias de cabreros viviendo en las majadas todo el año. Esta persona, a la que nunca podré agradecer suficientemente todo lo que he aprendido con él, tenía gran interés en enseñarme la zona. Conocedor como era de mi afición por las plantas, una vez me habló de un lugar donde había más flores que en ningún otro sitio de la sierra. Un lugar donde cuando era un niño solía ir a jugar con otros hijos de cabreros. También me contó que desde siempre a esta zona se le había dado el nombre de Los Altares, porque tenía tantas flores como el altar de la iglesia (imagino que sólo visitarían la iglesia el día de la fiesta del pueblo, cuando el altar está abarrotado de flores). Por último, me comentó que su padre solía ir a esa zona en busca de la raíz de la Junciana, planta esquilmada en toda la sierra al ser usada contra las mataduras de las cabras. Ante todo aquello sólo quedaba organizar una visita a la zona lo antes posible.

Junto a las gencianas endemismos gredenses como Armeria rivasmartinezii, Doronicum kuepferi, Sedum campanulatum, Alchemilla serratisaxatilis o plantas raras en Cáceres como Phyteuma spicantum.


Fiel a la costumbre de mi guía y como dormiríamos al raso, evitamos los primeros 12 días de agosto, que es cuando, según reza el calendario zaragozano, el tiempo puede ser muy inestable, recreando en 12 días el tiempo de los 12 meses siguientes, o algo así. La verdad es que cuesta un poco llegar a la zona, pero una vez que estás en ella es casi como un trocito de una montaña alpina. Todo verde, agua por todas partes y millones de flores de todos los colores. Mi emoción animó a mi compañero, que comenzó a revivir sus experiencias infantiles en la zona y por un momento me pareció que aquel chiquillo había vuelto para saltar entre los bloques de piedra. Me costaba mucho esfuerzo seguirle, hacer fotos y descubrir todas las especies que allí había. Era absurdo intentar frenarle gritando “este megaforbio es de libro”o “creo que no hay citas de esta especie en Cáceres”, él siempre respondía “ven mira, aquí hay muchas más”.

En esta zona de la sierra las gencianas amarillas tienen un llamativo color naranja, Junto a ellas la forma de altura de la Dedalera (Digitalis purpurea).


Cuando paramos a comer yo estaba agotado de subir y bajar laderas detrás de mi compañero. Ya habíamos llegado a la parte más baja y sólo la hombrera rocosa del antiguo glaciar nos separaba de unos resecos piornales, que poco más tarde tendríamos que atravesar. En ese momento me di cuenta de que había perdido la tarjeta con la mayoría de las fotos, al cambiarla a toda velocidad la debí dejar olvidada. Miré hacia arriba y dije “allí se queda, estoy reventado y aún nos queda una buena hasta el coche”. Afortunadamente todavía seguía con nosotros aquel chiquillo incansable que, con una agilidad felina, trepó por unos resbaladeros y en pocos minutos llegó al lugar donde cambié la tarjeta. No tardó en encontrarla y bajar. Yo pagaría las cervezas en el pueblo, allí desapareció el chiquillo.

domingo, 22 de enero de 2012

EL TAPADERO: CERVUNALES, NEVEROS Y MOZOS LEVANTISCOS.

El Tapadero. Subida a Castrifrío (2.308 m), Tornavacas, Cáceres.


Los cervunales son los pastizales tupidos típicos de las montañas sobre suelos ácidos vinculados a la cobertura nival, que garantiza una disponibilidad hídrica durante todo el verano. Aunque la especie característica es el Cervuno (Nardus stricta), una pequeña gramínea, existen varios tipos en función de la disponibilidad hídrica y de la cobertura de la nieve. Dan ese aspecto alpino centroeuropeo tan valorado por los amantes de las montañas, aunque no hay que fiarse, cualquiera que se haya sentado en uno de ellos habrá experimentado con desagrado sus hojas casi pinchudas. Dado que sus formaciones se distribuyen sobre el terreno casi como anillos de cebolla y son muy interesantes para estudiar las distintas composiciones florísticas, en función principalmente del grado de humedad del suelo, son un ejemplo de libro muy apreciado por los fitosociólogos, que los llaman, casi cariñosamente, nardetas. No anda sobrada la fitosociología de ejemplos tan cristalinos, más bien ocurre lo contrario.



Muchas veces es bueno tomar distancia para apreciar mejor las cosas y eso es lo que hago con esta foto. Estamos a unos 2200 m en una vertiente orientada al norte de la sierra de Gredos cacereña. Aquí podemos ver la transición del cervunal al prado de cumbre, más bajo quedan los cervunales con matorrales. He incluido unos numeritos para situarnos mejor, así, con el número 1 encontramos una estrecha banda de un denso color verde proporcionado por la Festuca rivularis, estos son los cervunales con mayores requerimientos hídricos y se sitúan siempre al borde de arroyos, manantiales y lagunas contactando con las formaciones de fuentes con verónicas y saxifragas estrelladas (de las que ya hemos hablado en este blog). Una planta muy característica de estos cervunales es la Campanilla de la Sierra de la Estrella (Campanula herminii). Con el número dos aparece otro tipo de cervunal menos lustroso, propio de las zonas donde los neveros permanecen largo tiempo, aquí junto al cervuno encontramos a otra gramínea muy característica la Poa legionensis. Cuando este cervunal se sitúa en las zonas donde los neveros llegan hasta el mes de julio aparecen especies como Carex furva u Omalotheca supina (Ghaphalium supinum), especies típicas de los bordes de nevero, y si por el contrario se sitúa en zonas donde el suelo está sometido a procesos de congelación-descongelación repetidos, el cervunal se hace muy ralo y aparecen plantas típicas de los prados psicroxerófilos de cumbres (número 3). Esa es la barrera superior del cervunal.


Campanula herminii


El Tapadero, a caballo entre Ávila y Cáceres, es un lugar estupendo para ver esto en unos pocos metros, aunque llevamos unos años sin neveros estivales en la zona. El nombre del lugar le viene por una disputa tradicional entre los mozos de dos pueblos (uno cacereño y otro abulense) por las aguas del nevero que se mantiene allí. El arroyo que se nutre de las aguas de este nevero sirve prácticamente de límite entre los dos términos municipales y al llegar a un collado se bifurca en forma de Y. Por un lado, las aguas van a la laguna del Barco en Ávila y, por el otro, a la garganta de San Martín en Cáceres. Durante muchos años al comenzar el deshielo los mozos de ambos pueblos vecinos organizaban auténticas batallas campales con el fin de conseguir tapar el brazo del arroyo que vertía las aguas al otro pueblo. Lo que realizaban con piedras de la zona. En mi condición de cacereño reconozco que cada vez que paso por el sitio voy a ver dónde está tapado el arroyo, últimamente debo reconocer que mis paisanos están haciendo bien su trabajo.

jueves, 12 de enero de 2012

ACEITUNAS BLANCAS

Acebuchinas blancas. San Vicente de Alcántara, Badajoz.


El otro día me llevaron a un ejemplar magnífico de acebuche, el olivo silvestre, en la Sierra de San Pedro. Ya os mostraré otro día ese ejemplar, porque lo que finalmente nos llamó más la atención fueron las aceitunas, o más propiamente acebuchinas, de un bellísimo blanco marfil que presentaba un acebuche muy próximo al que fuimos a ver. Era la primera vez que veía algo así, por lo que la primera reacción ante la sorpresa fue pensar en una plaga o una enfermedad. Sin embargo, todas las acebuchinas estaban sanas, sin rastro alguno de insectos u otro tipo de daños. Apreté unas cuantas que dieron un aceite blanco con olor y sabor normales (esto es, terriblemente amargo). Parecía claro que era un caso de despigmentación en ese ejemplar, pues sus compañeros presentaban las típicas acebuchinas negras.

Más tarde encontré alguna cita de ejemplares similares en Menorca, Alicante y Andalucía. Era una cosa rara, pero no tanto. Incluso existe una variedad leucocarpa de olivo en Italia la Margherita o Bianca de Spagna. Estas aceitunas son verdes en un primer momento, como todas, pero al madurar no tienden al negro sino que se aclaran hasta un color casi blanco. Eso sí, son muy delicadas y cualquier arañazo les deja una marca marrón bien visible.

sábado, 7 de enero de 2012

LOS TEJOS DE ERMITA ASTURIANOS.

Teixu de Santa Eulalia. Abamia, Cangas de Onís.

Para mí, como amante de los tejos, casi tan importantes como las escasísimas agrupaciones de la especie que aún sobreviven, son los cada vez más escasos tejos de ermita. Esta especie tiene una fuerte mitología asociada que la hace especial y su imagen totémica es debida a estos tejos, descendientes de aquellos venerados por las culturas célticas que ocupaban lugares mágicos y de culto, posteriormente lugares de conceyo y de iglesia. Con más de un centenar de estos árboles, Asturias es de largo la zona donde más arraigo tiene esta tradición milenaria. Podéis ver un impresionante trabajo de recopilación de tejos aquí http://mistexos.blogspot.com/.

Aunque ahora la recuerdo con tristeza, aquella fue una jornada inolvidable. Como anfitrión Ignacio Abella (La Magia de los Árboles, La Memoria del Bosque, etc.), que con su enorme conocimiento de la simbología del tejo nos mostró una selección de árboles y como compañeros los hermanos Bernabé y José Moya (Árboles Monumentales de España). Desde entonces no he vuelto a visitar estos árboles y no sé cuál será su estado actual, mucho me temo que no habrá gratas novedades. Desgraciadamente aquella pareció una visita forense.


Teixu de El Ceñal. La Collada, Siero.


El primero en ser visitado fue el Teixu del Ceñal. Situado entre una ermita abandonada y el cementerio. El árbol ocupando un lugar de privilegio, dejando clara su importancia. Unas enormes raíces recorren la nave de la ermita en dirección al altar, donde existieron unas tumbas. Parece como si quisieran hacer realidad la leyenda bretona, según la cual, el tejo introduce una raíz por la boca de los enterrados junto a él y susurra al viento los secretos callados en vida. Hoy día no estamos para tanta literatura y así le han construido una pista de hormigón bajo la copa que, a buen seguro, haría retorcerse a cuantos descansan junto al tejo. Es cierto que un camino de tierra pasaba bajo su copa, pero entre eso y una losa de hormigón media un abismo.

Teixu de Santa Eulalia. Abamia, Cangas de Onís.


Poco después llegábamos a Santa Eulalia de Abamia. Afortunadamente nuestra visita es anterior a la trágica restauración que ha sufrido este importante monumento. No obstante, ya entonces preocupaba la falta de medidas de protección del impresionante tejo que se sitúa junto a la ermita. Por desgracia nuestros temores se cumplieron y una zanja para cubrir los cables que alumbrarán el monumento destruyó, según un estudio, el 18 % del sistema radicular del ejemplar. Ignorar la significación del tejo en este lugar demuestra la incompetencia de los responsables de la restauración, que por otro lado, ha quedado bien de manifiesto viendo el polémico (por ser suave) resultado de la misma.

Teixu de Santa María. Bermiego, Quirós.


Casi sin descanso partimos hacia la matriarca de todos los tejos asturianos: El Teixu de Santa María de Bermiego. Este ya lo conocía, aunque para continuar con la tónica del día una inspección superficial por parte de los expertos bastó para determinar que el árbol lo estaba pasando mal y su lustre no era el de antaño. Con todo, es un árbol que quita la respiración.

Teixu de San Pedro de Villanueva, Cangas de Onís.


Una rápida visita al tejo de San Pedro de Villanueva, cuyo estado muestra claramente los daños que una obra en el entorno de un viejo árbol pueden ocasionarle. En este caso las obras de acondicionamiento del Parador Nacional. Ni más, ni menos.


Teixu de Santa Marina. Bodes, Parres.


Por suerte visitamos el Teixu de Santa Marina de Bodes antes de terminar la jornada. Un arbolito, con su campana y todo, junto a la pequeña y bonita ermita. Aquí parecía todo en su sitio. Aunque como pudimos ver, no corren buenos tiempos para los Teixus de ermita.


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