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lunes, 23 de mayo de 2011

Centaurea tentudaica

Centaurea tentudaica. Calera de León (Badajoz).

En 1854 el infatigable Mariano de la Paz y Graells describe a Colymbada amblesis, una especie que posteriormente pasaría a ser conocida como Centaurea amblesis y que toma el nombre del abulense Valle del Amblés, donde la recolectó.

El 2 de junio de 1952 Salvador Rivas Goday y Salvador Rivas Martínez (lógicamente padre e hijo) herborizaban en el Cerro Tendudía, que con sus 1.104 m es la cota más alta de la provincia de Badajoz. Allí recogieron el material con el que en 1964 Rivas Goday describiría la nueva subespecie Centaurea toletana subsp. tentudaica en su obra clásica “Vegetación y Florura de la cuenca extremeña del Guadiana”.

Centaurea tentudaica. Ejemplar en una zona muy soleada.

En 1980 Rivas Martínez hace una revisión de esta planta y le da categoría de especie, pasándola a denominar Centaurea tentudaica. La historia debería haber acabado aquí, con el endemismo extremeño aupado a categoría específica. Sin embargo, en 1982 otros especialistas revisan el género y degradan a nuestra protagonista a la categoría de simple variedad, vinculándola a Centaurea amblesis.

Centaurea tentudaica

En honor a la verdad Centaurea tentudaica y Centaurea amblesis son idénticas. Sin embargo, me llama la atención que la segunda nunca se haya relacionado con Centaurea toletana, una especie que salvo por el color amarillo de sus flores es muy similar en todo lo demás. Una vez más nos movemos en los resbaladizos terrenos de la taxonomía, donde una especie, gracias al trabajo de unos especialistas, puede pasar a ser una variedad de otra especie, que a su vez, no es reconocida por otros especialistas. Para mí, esto viene a demostrar lo complicado que es ponerle etiquetas a la Naturaleza.
Centaurea toletana. Guadalupe (Cáceres).

El caso es que Centaurea tentudaica en los últimos años se ha hecho famosa en la comarca y su nombre es utilizado para infinidad de cosas, algo que me parece perfecto. Conocí a esta planta hace unos años gracias a Nicolás Durán http://vagabundosdeestrellas.blogspot.com/ , que la tenía perfectamente controlada, lo que me ahorró penosas horas de rebuscar entre pastizales secos con el calor de junio. La planta ocupa los claros y bordes de los restos del robledal que hay en las partes altas de esta sierra, donde sobrevivirán entre 500 y 1000 plantas y, como pudimos comprobar, es ajena totalmente a su categoría de endemismo exclusivo de Extremadura, ya que algunos ejemplares se han aventurado por la provincia de Huelva, a la que pertenece una pequeña porción de la sierra.

viernes, 20 de mayo de 2011

LA BROTACIÓN DEL REBOLLO



Durante unos breves días el gris rebollo (Quercus pyrenaica) se lía la manta a la cabeza y saca los colores.

domingo, 15 de mayo de 2011

LA MADROÑA DE LOS BARRERONES. Castillo. Pinofranqueado, Cáceres (Spain).

Las permanentes malas condiciones de luz dificultan la fotografía.

La comarca de Las Hurdes guarda entre sus cerrados valles gran cantidad de pequeños tesoros que pasan fácilmente desapercibidos en la inmensidad de las repoblaciones de pinos que lo inundan todo. En el término de Pinofranqueado, junto a la alquería de El Castillo, el valle del arroyo de Guijarroblanco esconde uno de esos tesoros: La Madroña de los Barrerones (Arbutus unedo). Cuando a un madroño se le da género femenino hay que prepararse, por otro lado, el nombre del arroyo es un ejemplo más de ese característico toque de humor serrano, pues el susodicho guijarro es un tremendo bloque de cuarzo blanco que aflora en la cabecera del valle.

Encinar-madroñal que se observa desde la madroña. Las encinas con el color de los olivos.

No conozco otro lugar donde los madroños alcancen el desarrollo que podemos observar en esta comarca, donde son incontables los ejemplares arbóreos notables que superan los 10 m, así como las cepas gigantescas de varios pies. De hecho encina y madroño crean aquí unos espectaculares bosques en los barrancos más cerrados, allí donde el hombre penetra con dificultad. De todos ellos el más destacado es esta madroña, aunque no se puede descartar la existencia de otros ejemplares mayores (de hecho, hay datos de un ejemplar que debió superar a este y que es conocido en varias alquerías de la zona).

El pequeño regato de Los Barrerones.

Llegar hasta La Madroña es casi como un viaje en el tiempo, viaje que además se realiza salvando un considerable desnivel. Se inicia el camino al pie del río, donde aparecen huertos y edificaciones, para inmediatamente internarnos en un monótono pinar negral de repoblación que se salvó milagrosamente del terrible incendio de hace unos años y donde sólo unos pequeños enclavados con huertos de cerezos nos permiten distraer la mirada. El terreno se empina cada vez más hasta llegar a una zona pedregosa con pequeños bancales de piedras, donde se mantiene un tradicional castañar de frutos en unas condiciones muy difíciles, que nos hacen meditar sobre el tesón de estos agricultores jurdanos (¿merecerá la pena tanto esfuerzo para llevarse sólo las sobras de los jabalíes?). Pasado el castañar nos internamos, sin transición, en un oscuro bosque de encinas y madroños con algún enebro disperso, donde el ralo sotobosque está formado por musgos, helechos y algún brezo disperso y donde las pizarras afloran como cuchillas. Subiendo un poco, junto a un pequeño arroyo, se encuentra La Madroña, que pese a su avanzada edad y estado, sigue impresionándome en cada visita por su enorme y tortuoso tronco de 4,70 m de perímetro.



Un gran cimal se desplomó hace años dejando un gran hueco en el sector norte de su copa, que los vigorosos rebrotes basales van cerrando. Son precisamente estos rebrotes los que mantienen a este ejemplar, cuya copa se va reduciendo poco a poco como corresponde a un árbol anciano, su altura actual no supera los 8 m. Hace unos años una encina que crecía por encima en la empinada ladera cayó sobre ella y sus copas se trabaron, las raíces de la encina no pudieron aferrarla a la rocosa ladera, algo que nuestra madroña si ha conseguido gracias a unos potentes contrafuertes en la base del tronco y a unas grandes raíces.


lunes, 9 de mayo de 2011

EL LIRIO LUSITANO. Iris lusitanica.

Iris lusitanica. Parque Natural Tajo Internacional.

El río Tajo y sus afluentes no crean auténticos valles al atravesar la Penillanura Cacereña, sino que se encajan creando una extensa red de riberos. En la mayoría de los casos las fuertes pendientes de los riberos y sus suelos raquíticos, en gran parte sobre pizarras, no permiten que se mantengan formaciones vegetales muy complejas. Es tierra de acebuches y de encinas raquíticas acompañados de duros matorrales típicamente mediterráneos como las jaras o los espinos. La primavera aquí casi no existe, ya que las aguas son rápidamente evacuadas ladera abajo y el verano es terriblemente seco y cálido. No parece el mejor escenario para que una planta se luzca y, sin embargo, aquí es donde nos encontraremos a una de las joyas de la flora extremeña: el Lirio lusitano, un endemismo lusoextremadurense que alcanza sus mayores densidades en los riberos del Tajo, hasta tal punto, que es uno de los símbolos del Parque Natural Tajo Internacional.

Iris lusitanica. Parque Natural Tajo Internacional.

Ningún amarillo se aproxima al que presentan las grandes flores de este lirio, es un amarillo anaranjado, casi dorado, que le hace destacar en la distancia. En los buenos años, los grises riberos donde vive se ven salpicados por miles de puntos amarillos, convirtiéndose por unos días en auténticos jardines colgantes. Pero lo normal es que su presencia sea más discreta, llegando en ocasiones a escasear de tal manera que es casi imposible localizar algún ejemplar.

Iris lusitanica. Parque Natural Tajo Internacional.

Desde hace unos años Iris lusitanica ha sido elegido por varios grupos de investigadores con objeto de poder demostrar que esta especie no es más que una forma amarilla del Lirio de monte (Iris xiphium). Por lo que parece, hay tantas razones para mantenerlo como especie independiente como para vincularlo al Lirio de monte (algo que por otra parte se podría aplicar a infinidad de endemismos). Yo particularmente prefiero considerarlo una especie por razones tan poco científicas como que me gusta su nombre, que caracteriza muy bien a estos riberos y que lirios de monte hay por todas partes y, que yo sepa, nunca con este color.
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