SEGUIDORES

lunes, 20 de septiembre de 2010

EL SECRETO DE LA TERRONA. Zarza de Montánchez, Cáceres (Spain).

La Terrona con sus nuevas muletas en diciembre de 2008


Una panorámica poco usual muestra el gran hueco de la cruz

Si el Romanejo es el rey de los rebollos de las zonas serranas, la Terrona es la indiscutible reina de las encinas de nuestras dehesas. Su reinado en este caso es absoluto, ninguna otra encina pone en duda su supremacía y todas aquellas que han osado aproximarse se encuentran ahora en franco deterioro como las colosales encinas pacenses del Rañal o el Romo, o incluso muertas como La Marquesa. Su propio nombre hace referencia a ello, ya que en la comarca antiguamente se denominaba terrona a las encinas más grandes de lo habitual. Hoy sólo se utiliza ese nombre para ella y siempre en mayúscula (ese es respeto que se le tiene a la soberana).

Esta superioridad tiene su base en la portentosa capacidad física de este ejemplar, que pese a los achaques propios de su avanzada edad (podríamos decir, utilizando un símil, que tiene osteoporosis), muestra una respuesta fisiológica propia de encinas maduras en su máximo esplendor. He pasado horas sentado frente a ella pensando en los avatares que habrá tenido que superar. Pensemos que cuando brotó la bellota que daría lugar a nuestra protagonista en el cercano castillo de Montánchez gobernaban los almohades, que el “bestseller” de su juventud era el Amadis de Gaula y que su máximo esplendor lo debió alcanzar antes de que Darwin publicara El Origen de las Especies. Imaginemos todas las situaciones de riesgo a las que ha estado expuesta desde que era una plántula de unos 5 cm de altura hasta que ha llegado al coloso actual de 17 m de altura, 30 m de diámetro de copa y casi 8 m de perímetro de tronco.

En 2007, casi recuperada del temporal de 1997


Lógicamente el factor suerte ha jugado a su favor al crecer sobre un venero que baja de la sierra, los rayos y tormentas la respetaron, al contrario que a su vecina La Gobernadora que cayó fulminada a principios del siglo XX (y según cuentan era digno rival de la Terrona). Pero en este caso, sobre todo, han sido generaciones y generaciones de propietarios los que casi sin excepción han contribuido con su respeto al mantenimiento de este árbol, casi siempre bien tratado por el hacha. Esto lo sabe muy bien Alonso, su actual propietario. Sabe que es muy ingenuo considerarse propietario de un ser de 800 años que le va a sobrevivir otros muchos, sabe que La Terrona es de todos los que la amamos y en ese saber se ha convertido en el auténtico guardián del árbol. Todo amabilidad, pero ¡ay de aquel que ose subirse a La Terrona! Se siente orgulloso de ver a gente de otros países que se acercan a Zarza de Montánchez a conocer a La Terrona y le gusta hablar con los visitantes que entran en su finca a visitar el árbol con respeto. Recuerdo que cuando Correos presentó un sello con la imagen de La Terrona en el pueblo, Alonso, como si de la boda se su hija se tratara, mató dos de sus cerdos y puso vino y su extraordinario pan para todo el pueblo, en lo que él convirtió en una auténtica fiesta, que ensombreció al acto oficial organizado por unas autoridades que se subieron al carro en el último momento y no supieron estar a la altura. Aquí radica el secreto de La Terrona.

2 comentarios:

  1. ¿donde te subistes para hacer la primera de las fotografías?......
    Sigue siendo un soberbio árbol
    un saludo
    Nico

    ResponderEliminar
  2. Entender que sólo eres el fugaz compañero de viaje en la longeva vida de un árbol así te tiene que hacer humilde a la fuerza. Pero qué pocos lo entienden. Lo de Alonso es maravillosamente excepcional. Echando un día las cuentas, tal y como tú lo haces, me sorprendió descubrir que cuando nacía el imperio aztecas, la Terrona ya iba pidiendo un apostado.

    ResponderEliminar

Related Posts with Thumbnails